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Es normal en la infancia tener una alcancía donde se guardaban las mesadas que daban los padres y los regalos de los abuelos, que llegaban en forma de billete diligentemente doblado en ocho partes. Ese regalo, guardado dentro de aquel artefacto, comúnmente en forma de cerdito, era nuestra salvación cuando deseábamos algo especial. Sabíamos que el dinero ahorrado allí nos permitiría comprar eso que tanto anhelábamos.
Lo que no sabíamos, en ese entonces, es que el dinero pierde valor en el tiempo. Esto hace referencia a la inflación, que es un fenómeno monetario que afecta el valor adquisitivo. Es decir, lo que comprabas hace 10 años, ya no es posible por el mismo valor. Por eso, los ahorros que tienes en casa, sin ganar intereses, en un año comprarán menos cosas, y ese valor será menor en una década. Entonces con este contexto es importante entender la diferencia entre ahorro e inversión, dos términos que suenan similar pero son abismalmente distintos, si de construir patrimonio financiero se trata.
Dicen que para aprender a caminar hay que saber gatear, y en el ahorro vs inversión aplica la misma dinámica, porque primero debes crear el hábito del ahorro para generar un excedente que permita invertir. Entonces ahorrar es crear un hábito en el que forzosamente creas un excedente de tus ingresos (sueldo, ingresos por ser freelance, pensión o cualquier otro) porque no gastas todos tus recursos, sino que dejas una parte para el ahorro.
La clave es entender bien cuáles son tus ingresos y que los gastos, que se llaman egresos, no superen ese monto. Para lograrlo es necesario crear un documento -puede ser en Excel, tu libreta de apuntes favorita o una servilleta- para registrar todo lo que gastas, incluso el gasto hormiga: ese café que se antojó mientras caminabas al trabajo, o ese Uber de emergencia que tomaste para esa fiesta inesperada: todo gasto debe registrarse para tener datos exactos de cuánto gastas. Simultáneamente contabilizas tus gastos del mes como el arriendo que pagas o la hipoteca, las compras de comida, la alimentación de las mascotas o el seguro médico y ese total debe ser menor al ingreso que recibes mensualmente. Entonces el ahorro es ese monto que queda después de los gastos y te permite construir un fondo para cualquier emergencia. Los expertos recomiendan tener un fondo de emergencia que sume de 3 a 6 meses tus gastos mensuales, en caso de perder el empleo o atender cualquier otra eventualidad.
Una vez tienes un fondo de ahorro para enfrentar las emergencias, el siguiente paso es el ahorro para lograr objetivos. Ese teléfono inteligente que deseas y cuesta dos sueldos debería ser comprado con ahorro y no endeudándose, porque a pesar de que los bancos, cooperativas y un montón de casas comerciales te ofrecen ese celular, TV de última tecnología o ese viaje que tanto quieres a pequeñas cuotas, la verdad es que ese crédito viene con una tasa de interés que afecta tu capacidad de ahorro. ¿Por qué? la razón es que cualquier crédito para este tipo de gastos como celulares, electrodomésticos o viajes vienen con una tasa promedio del 15%. Es decir, si ese capricho que tanto quieres cuesta $1.000, terminas pagando $1.150, y ese valor adicional es un costo escondido, que quizá no estás viendo.
Con este contexto, tenemos claro que el ahorro es reservar una parte de nuestros ingresos para cualquier eventualidad en el futuro. Ese dinero debe estar en un lugar disponible, como el banco, para poder tomar el dinero en caso de necesitarlo. Lo mejor es que ese dinero gane algo de rentabilidad para que no pierda valor con la inflación, y en este sentido hay muchas formas de guardarlo de forma segura sin perder valor.
Mientras ahorrar es guardar ese presupuesto para cualquier eventualidad, invertir es distinto: se trata de colocar el dinero en un producto financiero para obtener rentabilidad por dicho monto. Hay muchas ofertas en el mercado, pero la ventaja de comenzar a invertir es entender el interés compuesto.
El interés compuesto es cuando el dinero que se genera de tus inversiones también empieza a ganar dinero. Imagina que plantas una semilla de dinero. Cada año, esa semilla crece y da frutos. Pero con el interés compuesto, no solo crece la planta, sino que los frutos también dan nuevas semillas que siguen creciendo, consiguiendo así, un crecimiento exponencial a lo largo del tiempo.
De esta forma el capital va creciendo en cada periodo porque se suman intereses que aportan a la rentabilidad de ese monto. Para explicarlo mejor, si tienes $1000 en una cuenta con un rendimiento proyectado del 8% tendrás en un año $80 adicionales. Es decir, tu capital inicial será de $1080 y ese valor se reinvierte para seguir ganando rendimientos. En un fondo de inversión esa renovación se sigue haciendo automáticamente en el tiempo, logrando algo similar a esto:
Tienes $150 disponibles y lo inviertes en un Fondo Objetivo en el que cada mes se te debita $30 durante 15 años. Al final tendrás un monto estimado de $11.138 gracias al interés compuesto, que en el gráfico a continuación es la curva de crecimiento verde, en el que ves que esa inversión casi se duplica por la paciencia del inversor.
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